La «antimarca» personal

Este último año hemos vivido el regreso de los newsletters. Supongo que el usuario, harto de clickbait, fake news que cada medio repite y refríe para su público, también con menos ganas y tiempo de «bucear» por internet en busca de contenidos nuevos, deja en manos de un «content curator» esta labor y decide suscribirse a aquellas que le parecen interesantes. Al menos ese es mi caso.

Estas newsletters, siempre las dejo sin leer en la bandeja de entrada entre promociones y mails de trabajo para poder leer con tranquilidad, degustar, con tiempo y seguir enlaces que, en ocasiones ya conocía y, en otras, me descubren cosas completamente nuevas.

Y ese es el caso de hoy. En el Causas y Azares de Antonio Ortiz enlaza con el tema más leído de su anterior edición sobre la cantidad de influencers, incluso periodistas de carrera que se han pasado a twitch, que no llegan a final de mes con lo que ingresan con lo que ganan y la cantidad de trabajo que supone un repost de su blog acerca del shitposting, y su reivindicación, y como al final todos nos vemos como minions, siguiendo convenciones sociales para no salirnos de la norma, con un postureo del que Linkedin es su máxima expresión. Así resumido ligeramente, pero que Antonio Ortiz desgrana maravillosamente como siempre.

Cintas miniDV

¿Y por qué me ha gustado tanto este post? Resulta que entre 1998 y 2002 (aproximadamente) me hice con una cámara miniDV. De esas primeras cámaras que, aunque tuvieran cinta, jugaban con el formato digital. Con salida de firewire (en mi caso de IEE1394 de 4 pines, de las primeras especificaciones) que podías conectar directamente a un ordenador que contara con ese puerto y, con un software específico, directamente digitalizar. Ahora que todo lo tenemos en nuestra mano con un móvil y podemos compartirlo directamente, suena muy friki imaginarse este concepto, pero por aquel entonces ya se buscaba el inmortalizar los momentos con agilidad (mi cámara Panasonic se manejaba con una mano y contaba con un zoom espectacular). Y allí donde iba, me acompañaba la cámara en una bolsita de cartuchera, grabando toda clase de situaciones y momentos en una época en la que lo más importante era irse de fiesta con amigos, viajes dignos de cualquier road movie americana y, en definitiva, vivir la vida como si de una aventura se tratase.

Bien, pues el destino quiso que se me rompiera el cargador de las baterías de la cámara que, además, funcionaba como transformador de corriente eléctrica. Lo reparé, algo que me costó muchísimo dinero para mi economía en esa época, y muchísimo tiempo, porque entonces se reparaban las cosas y estaban hechas para durar, no para cambiar. Por eso había servicios técnicos especializados por marca (Panasonic en este caso). Y por si alguno no cree en el destino, este quiso que cuando un amigo que vivía por el centro de Madrid y me hizo el favor de acercarse a recoger el cargador reparado, la bolsa se me escurriese, y del golpe, el cargador volviera a joderse. Acepté con resignación la «muerte» de la cámara (y es que ahí empezaron a salir móviles que grababan) y que su obsolescencia forzada ya estaba decidida por esa misma fuerza del destino.

Ahora, hace unos meses, veinte años después, en casa de unos amigos, me encontré con la cámara miniDV del padre de ella. «¿Funciona esta cámara?» pregunté. «Perfectamente» me contestaron. Al instante vi la posibilidad de recuperar las cintas que había grabado durante esos años (más de 20) y desbloquear multitud de recuerdos. Y así empecé un camino de cables y adaptadores para poder conectarla a mi Macbook Pro y poder digitalizar todo: Cable de 4 pines a 6 pines, 6 pines hembra a 9 pines, Firewire (9 pines) a Thunderbolt 2 y Thunderbolt 2 a Thunderbolt 3 (este ya compatible con USB-C). ¿Y por qué no lo llevé a una tienda especializada? Porque en esas cintas hay grabado de todo. Y de todos. Y por privacidad, prefería hacerlo yo tranquilamente en casa.

Primeros videos

Parece que me voy por las nubes sobre el tema principal contando este rollo, pero no, solo pido un poco de paciencia.

Con los primeros videos que empecé a ver, después de tantos años, cogí y comencé a compartir alguna foto con el grupo de Whatsapp de amigos con los que compartía entonces fiestas y viajes. «¡Qué miedo!». «¡Qué peligro!». Alguno hacía bromas. Alguno me pedía que lo enviara pero, la mayoría me abrieron mensajes en privado diciendo que no se me ocurriera compartirlos por Whatsapp. Si bien ya había tomado la decisión de no enviarlos, por privacidad y por tener una excusa para juntarnos y ver los videos, me llamó la atención la diferencia de actitud frente a estos videos entonces y ahora.

En los videos hay pseudo-entrevistas con algunas copas demás. Gente que viene a ser protagonista. Comentarios sin filtro alguno, sabiendo que estamos siendo grabados, muchas ganas de verlos y de que se compartieran… Y ahora me encuentro todo lo contrario. Lógicamente tu yo con 25 años, desinhibido por el verano y la fiesta, no es el mismo que con 45 años ya tiene un puesto, hijos y una reputación. Pero, en general, lo que más importa es el mantener esa «marca personal» que acaba siendo la misma para todos. De un grupo de Whatsapp en el que estamos 10 personas, solo 2 hemos dicho «¡vamos a quedar para verlos!», y es que me da la impresión de que el resto quieren mantener esa «marca personal». ¡Como si no hubiéramos estado allí los demás!

Mi propia antimarca personal

Y esto también me ha hecho reflexionar sobre un tema más personal. Soy una persona muy expuesta. No veo problema en exponerme. Y, por otro lado, teniendo un blog, recurrentemente he caído en el pensamiento «tengo que cuidar mi marca personal». Pero es gracias a posts como este de Antonio Ortiz cuando me doy cuenta de que no tengo que obsesionarme con el tema.

Es muy difícil construir una marca personal cuando has sido un friki de algo toda tu vida. Siendo ese «algo», diferentes pasiones que he ido siguiendo… Unas con más intensidad y otras con menos. Puedo encontrar nexos de unión entre unas y otras, como por ejemplo el video y la fotografía. Siempre he sido un amante del video, tengo toda clase de gadgets relacionados (estabilizadores, focos, dron, plataformas con seguimiento, gopro…). Como diseñador siempre me ha gustado el arte, más concretamente el arte urbano, pintar, garabatear, el lettering. De ahí las categorías de mi web personal, cubriendo el espectro del trabajo y la afición. Pero es que también tengo aficiones tan dispares como las criptomonedas. Y en todas estas aficiones siempre he intentado aportar mi conocimiento (aunque fuera poco) y crear una especie de marca personal.

El caso es que con tantas cosas diferentes, el resultado es bastante ecléctico, creo que bastante fuera del prototipo de alguien que busca crear una marca personal al uso. Y siempre me planteo si visto desde fuera más que una marca personal lo que hago es «antimarca» personal.

Carrera profesional

Aquí pongo el foco en mi carrera profesional, donde parte de esta indecisión también se ve reflejada. Y es que, para conseguir entrevistas de trabajo y empezar a ser visto como la evolución de lo que estudié hace ya más de 20 años: Diseño y Dibujo Asistido por Ordenador. He tenido que adecuar mi CV, destacando la experiencia profesional más acorde con lo que quería hacer: UX.

Encima, en este blog que es mi portfolio, para aquellos técnicos de selección que quieran conocerme un poco más, como decía antes, me expongo muchísimo, casi sin filtrar, como hacía cuando era la única cámara en un grupo de veinteañeros de fiesta.

Y mira, desconozco si esta «antimarca» personal me sirve para destacar en un proceso de selección, pero gracias a artículos como el de Antonio Ortiz, me siento más cómodo siendo yo mismo. Como he sido casi siempre. Dándole vueltas a esto de la marca, como cuando me olvido y escribo libremente sin pensar en ello.

Written by:

Nacido en 1977, diseñador gráfico y web desde 1998, desde hace unos años especializado en UX y UI. He pasado por diferentes proyectos y empresas, pero casi siempre de producto digital. Ahora mismo en AT Sistemas, como Consultor UX para RSI (Rural Servicios Informáticos). Padre de dos "fieras" adorables y marido. Muy del Atleti. Afición por la fotografía, el video, videojuegos, las plantas... Trato de hacer todo lo mejor que puedo.

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